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Necesidad Mortal - Parte 4

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Necesidad Mortal - Parte 4 - Saihôshi Fanfic



Unos pasos se hicieron sonoros, con el eco resonando por el establo.

-¡Escóndete! -un susurro con urgencia hizo que el chico se pusiera alerta y buscara algún sitio.

Al hacerse el ruido más audible, sin encontrar ningún buen lugar, avistó un montón de paja, apartado en un rincón. Decidió que no tenía tiempo para encontrar nada mejor.

-Oí voces cuando pasé por el pasillo -Yinn podía escuchar la voz grave del hombre que había entrado.

-Tranquilizo a los caballos -se excusó Siley- Hoy están muy alterados.

-Sí, parece que va a llover. Será mejor que no se escape ninguno si no quieres tener problemas -advirtió con rudeza.

-Es lo que intento, señor -su voz denotaba respeto, aunque no lo tuviera.

Yinn imaginó que el hombre había salido del establo tras un asentimiento, y escuchar los pasos alejándose le confirmó su sospecha. Entre los huecos que la paja dejaba a la altura de sus ojos y la luz que se filtraba, puedo ver las largas piernas de la chica moverse de un lado a otro.

Siley trataba de encontrar el lugar en el Yinn se había escondido. Demasiado ocupada intentando disimular cumplir su trabajo no había seguido sus movimientos. Oyó el crujido característico de la paja y sintió una mano alrededor de su muñeca, tirando de ella, haciéndola caer hacia atrás. La sorpresa provocó que una exclamación escapara de su garganta.

-Qué fácilmente te asustas -el susurro del chico en su oído la estremeció.

-¡No me he asustado! -protestó ella, girando su cuerpo que había caído sobre el regazo de Yinn.

Al ver el cabello alborotado de él, sus rebeldes mechones mezclados con el rubio de la paja no pudo reprimir una inevitable risa. Los débiles rayos de sol que se filtraban por las ventanas en lo alto de la pared enfocaban directamente a sus oscuros ojos, formando un extraño color brillante. El apagado dorado de la luz bañaba los rasgos angulosos de Yinn, desde las sombras trazadas por su pelo hasta la definida línea de su mandíbula. Sus labios reflejaban el resplandor del astro, pintados con el jugo de la manzana.

La expresión de desconcierto del chico hizo que ella empezara a quitarle los restos de paja de entre su cabello, acomodando sus rodillas a ambos lados de las de él.

Minutos después, el grave sonido de un trueno consiguió lo que la potente luz del relámpago y el ruido de la lluvia no habían podido: las manos de Siley temblaron levemente, dejando caer las agujas de paja que sostenían y Yinn parpadeó, despertando de su ensimismamiento.

-Deberías irte -dijo Siley, levantándose y sacudiéndose la paja de sus pantalones-. Yo lo haré en cuanto acabe -cogió el cepillo, volviéndose hacia el caballo con el que había estado trabajando antes.

Miró por encima del lomo del animal, encontrando la mirada oscura de Yinn observándola mientras también cepillaba el pelaje claro.

-Terminaremos antes si lo hacemos entre los dos -se excusó y miró hacia el trozo de cielo a través de la alta ventana-. Además, está lloviendo con mucha fuerza, si para cuando hayamos acabado ha amainado, quizá no nos mojemos tanto.

Pasaron varios minutos hasta terminar el castigo, sin contratiempos ni más caballos alterados, y, con todo, la lluvia aún seguía cayendo insistentemente. Se miraron, dibujando una mueca de disgusto en sus rostros, y salieron corriendo bajo las gotas de agua.

Entre su borrosa visión, Yinn consiguió ver la sombra de Siley meterse bajo los soportales que anunciaban el pasadizo hacia los dormitorios y la siguió. Por muy rápido que corrieron, cuando pararon a mitad de camino para tomar aire, estaban tan empapados que notaban el frío en los huesos.

Se dirigieron a la habitación que la chica compartía con su compañera tras el intento fallido de pasar primero por la de Yinn. Los guardias ya habían empezado la ronda nocturna y el chico se negó a que le castigaran otra vez esa misma noche por aparecer tarde.

-¿Vas a esperar hasta que terminen? -preguntó ella, empujando la puerta de su cuarto.

-Bueno, tenía pensado colarme en tu habitación esta noche mientras te cambiabas y así matar un poco el tiempo -su sonrisa apareció, decorada con el brillo travieso de sus ojos-. Pero creo que ahora alguien no lo permitirá.

Siley sonrió, era un respuesta digna de él, y como tal, debía seguirle el juego.

-Quizá podamos convencer a esa persona -se colocó bloqueando el espacio de la puerta, frente a él, retadora y esperando la ingeniosa contestación por su parte.

Yinn se acercó a ella, haciéndola tener que levantar la cabeza para mirarle a los ojos, aunque era bastante alta.

-¿Tú crees? -susurró, porque estaban lo suficientemente cerca para oírse.

-No será fácil -masculló, y, aunque quería retroceder, se mantuvo firme, sin demostrar cómo los labios empezaban a arderle ni cómo el aliento de Yinn le hacía cosquillas en la nariz.

-Supongo que tendré que estar a la altura.

Yinn observaba la mirada de Siley, debatiéndose, y ella sabía que si le dejaba más tiempo para pensar en las consecuencias le habría perdido.

Alzó el cuello, haciendo que sus narices se rozaran y se tragó la distancia que había entre sus labios. Agarró los lados de su camiseta y tiró de ella hasta que logró meter al chico en la habitación, mientras él cerraba la puerta, apoyando la espalda en ella.

Atrapado entre la áspera madera y el cuerpo de Siley, haciendo presencia de sus ropas mojadas, Yinn consiguió encontrar sus caderas y aprisionarlas.

Ella, deleitándose con el sabor a manzana en lengua de Yinn, entrelazó sus dedos en el rebelde cabello, dispuesta a acercarle más.

Unos golpes sordos contra la puerta les hicieron separarse.

Sin tener tiempo de mirarse a los ojos, Siley la separó lo suficiente como para que su compañera viera un dedo contra sus labios. Le susurró algo que sabía que Yinn no conseguiría oír y la chica se fue, no sin antes decirle con una sonrisa de satisfacción que tuviera cuidado. Siley dirigió la mirada hacia el semblante de Yinn viendo, por primera vez, el sonrojo de sus mejillas. Quizá porque nunca pensó en esa situación, pero no creyó que alguien como él, con su carácter, pudiera ofrecer una vista así.

-Se supone que tenía que convencerte yo -comentó él.

-Tardabas demasiado -dijo Siley, tumbándose en su cama.

Palmeó la cama a su lado y notó cómo Yinn se tumbaba. Con una mueca triste casi parecida a una sonrisa, apartó un mechón oscuro que cruzaba el rostro del chico, provocando que sonriera.

Yinn, tras acariciar distraídamente la clavícula de la chica con el dedo, se durmió sintiendo cómo su pecho subía y descendía bajo la suave presión de la cabeza de Siley.

-Adiós -susurró, pero la respiración de Yinn era ya demasiado profunda y uniforme.


Despertó solo. No había nadie más en la habitación. Esperó unos minutos para poder despejarse y pensar con claridad, cuando la puerta se abrió y apareció la compañera de Siley, con su melena rubia despeinada y la ropa arrugada, evidentemente colocada a gran velocidad. Yinn lo ignoró.

-¿Sabes dónde está Siley? -inquirió, confuso.

La chica se sobresaltó, esperando no encontrar a nadie. Le miró confundida, pero al momento entendió que Siley no le había dicho nada. Sin explicaciones ni despedidas.

-Yinn… -bajó la cabeza, respiró profundamente e intentó que no le fallara la voz, porque no se creía tan fuerte como para enfrentarse a su mirada- Siley se ha ido.



No dejó de clavar su mirada en los ojos oscuros ni un segundo, ni cuando el metal la atravesó, rápido y cruel. Había añorado tanto esos ojos de color azabache, profundos y sinceros, aunque ahora fríos. Dejó caer sus armas, sin fuerzas. Alzó su mano, porque veía el corte superficial en la mejilla de Yinn. Y, aunque fuera él, aunque sintiera lo que sentía, aún en esa situación, se sintió orgullosa.

Había herido a un guardián. Y no a cualquier guardián, si no al mejor, aquel al que apodaban Demonio.

Y eso seguía siendo un logro del que prácticamente nadie podía alardear.

Consiguió rozar la herida con un dedo tembloroso antes de desfallecer y permitir que sus rodillas cedieran a su peso, dejando un rastro de sangre a su paso.

Aunque Yinn quiso ser inflexible al ver a quién se enfrentaba, por eso no la miró a los ojos en ningún momento, bloquear cada sensación que se produjera en él, dejar que cayera y muriera al instante, irse y dejar un cuerpo más que evidenciara el camino del Demonio, no pudo reprimir que sus labios se curvaran en una mueca al sentir el contacto de sus pieles. Tampoco el sostenerla entre sus brazos hasta llegar al suelo.

La manos de Siley buscaron el cuerpo de Yinn. No se arrepentía de haber dejado que aquel sentimiento hacia él creciera, aunque la hubieran expulsado de la fortaleza, por no ser apta para el puesto de guardián ni ejecutor.

-Yinn… -logró susurrar-. Sabía que te convertirías en Guardián…  en el mejor -tosió.

-Lo siento -murmuró él, agachando la cabeza-. Lo siento, Siley.

Ella, con su temblorosa mano, le acarició la mejilla, intentando no dejarla caer. Sentía sus pestañas, húmedas y goteando, aleteando sobre su nariz. Yinn estaba llorando, y ella jamás le había visto así. Él era fuerte, era el que sacaba a los demás hacia delante, quien animaba al que estuviera en un mal momento, el candidato por el que todos se decantaban de entre los aspirantes. Alguien a quien no podrías herir.

Siley pasó su inestable dedo índice por aquellas largas pestañas color azabache, haciendo que Yinn levantara la cabeza y la mirara directamente a los ojos, clavando esa mirada profunda en ella, después de tantos años. Y, por un momento, notaron el ambiente de la sede rodearles, se encontraron tan pequeños como en aquella época; casi consiguieron volver a sentirse como antes. Casi.

-No te… preocupes -escuchó de la boca de Siley. Vio cómo las venas se marcaban en su mano, notando el sobreesfuerzo que hacía por dejarla contra su mejilla, así que se la cogió suavemente y la sostuvo él-Me has… hecho un favor-su voz trémula.

Sabía que Siley no estaba con aquellos mercenarios por gusto, porque ella siempre había odiado a esas personas. Quizá por el simple acto de supervivencia, ya que no creía que hubiera vuelto con sus padres después de ser expulsada. Quizá ya no quisiera seguir viviendo sin un objetivo por el que luchar.

-Las cosas tendrían que haber sido diferentes, lo podrían haber sido, podríamos haber escapado -masculló Yinn-. Incluso ahora…

-No -suspiró ella-. Tenía que… ser así.

Cuando los labios de Yinn rozaron los de Siley, el beso supo a sangre, porque la boca de la chica se teñía de rojo, brotando y ahogándola. Aún con todo, ella no se apartó, ni tosió; el volver a tenerle así, su última oportunidad para sentirlo, no le permitió pensar en nada más. Al apartarse, vio cómo el escarlata cubría los labios que la habían besado, y su dueño no parecía percatarse.

Quiso decir algo, despedirse, confesarle aquello que guardaba dentro y volver a pronunciar su nombre con sílabas suaves, pero se encontró con la subida de demasiado líquido por su garganta, sin dejar sitio al aire que alimentaba sus pulmones, sin permitirle tragar ni hablar. Tosió, atragantándose, sintiendo cómo no podía respirar, cómo su cuerpo se movía esporádicamente en busca de aire y perdía la fuerzas.

Yinn sintió la mano de Siley como un peso muerto en la suya.

Y se asustó. Mucho.

Vio cómo sus ojos desenfocaban y se movían de un lado a otro en busca de algo hasta que encontraron los suyos y se quedaron quietos, mirándole.

Seguramente ella también estaba asustada, pero jamás dejaría que él lo descubriera, más cuando sabía que ya se sentía lo suficientemente culpable. Le dedicó un mirada tranquila y profunda que él disfrutó y de la que intentó guardar cada detalle, hasta que definitivamente miró al vacío.

Yinn tragó saliva, cerró sus ojos, limpió sus lágrimas y le susurró un adiós. Conteniendo sus temblores, se levantó y siguió su camino, con expresión inalterable, volviendo a ser el Demonio. Tener la sangre de Siley en sus labios, con su sabor en la boca, discurriendo por su daga y manchando sus manos dolía más que cualquier clase de tortura que la Orden le hiciera.

Miró al cielo e imaginó la suerte de Sastre, que, aunque no fuera un Guardián perfecto, no tenía sentimientos que le martirizaran de esa forma.

Apretó la empuñadura de sus dagas, encerradas en puños, para evitar volver atrás con el cuerpo inerte, por mucha necesidad que sintiera de hacerlo, y desviarse de lo que debía hacer.

Seguir siendo el Guardián del Este.
Última parte del fic!!

Sí, se acabó. Aquí aparecen unos Yinn y Siley más cercanos. Al principio, solo iban a ser amigos, pero cuando llegué a esta escena fue esto lo que ocurrió ^^U También están los últimos momentos de Siley.

Espero que os guste, porque yo me he divertido mucho escribiéndolo! >w<


Necesidad Mortal by Kaley
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Por cierto, como ya está terminado. Te recomendamos que lo subas a [link] para que otras personas que no conozcan Deviantart tengan oportunidad de encontrar este fic. ;)